Muerta esta la bella flor
Que le mira sin razón.

Y le sube a su cadalso
A ese pobre enamorado.

Él contempla desolado
Que le llevó a su caza.

De aquella hermosa Diana*
Que su mirada, le cautivaba

Díjole entonces ella
¿Qué miras con tanta parsimonia?

Tus bellas manos
Que sostiene aquelos arcos.

¿Miedo tienes de esta dama,
que su lucero te apasionaba?

No, más bien su ballesta
que mi cuerpo atraviesa.

Esa fulgurante flecha
En su cuerpo se pasea

Y destroza la ternura
De aquel hombre, esfumándose en su locura.



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