Dueño

Jamás fui el dueño de mi cuerpo
más otros  lo fueron en vida.
No soy dueño de mi mente,

no soy dueño de mi alma.
No soy dueño, para a ti amarte.
No existo, no soy nada,

ni lo seré ni en la vida, ni en la muerte.
Pero la muerte me amará,
Como una dulce flor primaveral.

Se esparce en mí el montón de sangre
que dejo  después de mi óbito.
Una ola llega y lo evapora.

Y nadie se acordará ya de mi muerte.
Un final lleno de dolor, romántico dolor
torácico; ahí está el corazón.

Corazón herido por las balas
de tu infame amor, aquel que me diste
en vida y aún lo lloro en mi muerte.

 Nunca podré olvidarte púes tu
me destrozaste los huesos,
siempre tenía ojeras.

Amargaste mi existencia
Hasta tal punto que tuve
que inventarme de nuevo.

Tuve que aprender  a nacer
de nuevo, a vivir de nuevo
Desde que te conocí.

Eres infame; me amargas.
Eres amor; me amas.
Pero eres mujer y aún sufriendo

tú eres mi inspiración, mi respiración.
Eres la pasión, y me da igual si eres mujer
de voluptuosas curvas, sólo sé que sin ti
moriría otra vez.




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