La casa.

Estoy aquí tumbado en el sofá, fuera hace frio.
Preparo leña y enciendo la lumbre.
Me vuelvo a tumbar. 

Estoy sereno de la borrachera del sentimentalismo.
De repente, la ceniza me recuerda  que ella vuela
como el polvo de ésta.

Mientras yo estoy atrapado en mi mismo
y no encuentro el camino.
Oigo unos pasos.

Llama a mi puerta.
Me levanto y despacio avanzo hacia ésta.
Veo su silueta y me quedo mudo.

La invito a pasar, aún sorprendido.
Su pálida tez de mujer, atormenta mi inconsciente.
Reprime mis deseos de besar sus labios.

Ella me mira y sonríe.
La invito a sentarse junto a mi
mientras le devuelvo la sonrisa.


Juntos miramos el fuego de la chimenea.
Yo asemejo el fuego y la ceniza con su alma,
mientras ella mira fijamente sin pestañear.

No cruzamos una palabra, sólo suspiramos.
La ventana está desnuda,  y como un rayo
la luz de la luna entra por los cristales llenos de vaho.

Un suave hálito de viento hace que ella me abrace.
Yo sin cruzar palabra la abrazo apasionado.
Veo como montañas en su piel, entonces la tapo.

Se queda durmiendo apoyando su ribete
en mis muslos.
Sigo contemplando la chimenea hasta quedarme
dormido.

El lucero ilumina un camino de piedra indicándome
el destino.
Ando despacio porque no quiero andar en círculo.

Veo a lo lejos una casa... era la mía.
La puerta estaba abierta. Chirria.
Me estaba esperando en el sofá.



Su cigarro me recuerda que el tiempo se acaba...
Las cenizas no son, sino algo que algún día encontraré
y  la felicidad volverá.

Sus labios me recuerdan a ese amanecer soñado.
Nos miramos y sonreímos a la vez.
Tengo miedo de este sueño, pues al despertar se quede
en eso...

Nos calentamos, la chimenea arde.
Ella me tapa con una manta color rojo, como sus labios.
Me sonríe sin alzar palabra y sus suaves labios rozan los míos.

Los astros bailan en círculo, las galaxias  miran hacia la tierra
para contemplar el tan esperado beso.
Nos convertimos en agua y el lucero contempla nuestras almas.

Poco a poco bajo por su cuerpo acariciándola.
Paro un instante. En la mesa hay "rachie" de mi banato.
Bebo un trago, la miro y la beso apasionadamente.

Nuestros cuerpos se desnudan al ritmo  palpitante
lucero en la noche.
El  verbo coger se convierte en el vocablo de la noche.



No puedo creer lo que está sucediendo pienso,
mientras ella me susurra educadamente al oído.
El respeto hacia ella es mutuo.

Me muero al cogerla, se muere al cogerme.
Morimos.
Siempre seré un gentleman aunque vista como bohemio.
Siempre seré...

Viviré hasta morir.
viviré...

El alba está al caer, el lucero  se apaga.
Nos quedamos dormidos, juntos.
El sol quema mi mejilla pálida, entonces abro los ojos.

Ella no está entre mis brazos.
Miro a lo lejos, por la ventana de vieja madera,
el sol me dice que se marchó con su llegada.

El miedo apodera mis sentidos.
-¡Otra vez no!  Me lamento.
El miedo de vivir del sueño,
sólo de sueños...



Me incorporo. Lavo mi cara fuera en jardín,
con agua fría de pozo, tan pura, tan pura como
mis lágrimas. Bebo un trago. limpia mi alma impura.

Sigo el camino en busca de ella.
Sigo...




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